Sobre vulnerabilidad, valentía y estar viva

Quizás uno de los grandes aprendizajes en la vida de cualquier persona sea aceptar su propia vulnerabilidad. ¿Te has preguntado en algún momento qué significa para ti esta palabra?, ¿en qué contextos sueles usarla?, ¿en qué momentos de tu vida te has sentido más vulnerable?  Intenta responderte antes de continuar leyendo 😉

Antes de salir de casa cada mañana solemos ponernos la capa de súper mujer o súper hombre junto con la máscara de la perfección y la de la autosuficiencia. Nos aseguramos que no se nos note si tenemos miedo, si estamos insegurxs, si no sabemos, si estamos cansadxs, tristes o si simplemente necesitamos un abrazo y una mirada cómplice que nos diga que todo está bien. A veces es tanta nuestra necesidad de aceptación, que intentamos encajar de cualquier manera, aunque ello suponga renunciar a nosotrxs mismxs y a nuestra autenticidad. ¿Te suena?

Cuando inicias un proyecto o emprendes tu propio negocio, cuando te enamoras, cuando vives un proceso de enfermedad, cuando dejas un trabajo, cuando bailas delante de gente que no conoces de nada, cuando te ven llorar, cuando te despides de alguien a quien amas, cuando dejas una relación, cuando te da un ataque de risa en el momento “menos apropiado”, cuando haces algo por primera vez, cuando viajas, cuando tomas decisiones, cuando te enfrentas a la incertidumbre y a lo desconocido, cuando pides ayuda, cuando das tu opinión, cuando te sales de lo establecido o cuando cuestionas los “deberes” que marca la sociedad. Estas situaciones y muchísimas más que, estoy segura habrás vivido, te invitan a mirar de frente a tu vulnerabilidad.  Y déjame decirte más, cada una de esas experiencias tienen un punto que las conectan…todas precisan de grandes dosis de valor y coraje. Y es que la valentía no nos exime de sentir miedo. La valentía es fuego, es la fuerza salvaje que nos impulsa a atravesarlo y a acercarnos a ser las personas que realmente somos, aceptando lo que es en cada momento, nos guste más o nos guste menos. Por tanto, ¿podría ser la vulnerabilidad sinónimo de fragilidad o debilidad? Desde mi punto de vista, desde luego que no.

Durante muchos años me relacioné con mi vulnerabilidad desde la lucha y el miedo. Me daba pavor equivocarme, fracasar, no ser quién creía que “tenía” que ser, no gustar o no estar a la altura de lo que se esperaba. Por eso, mientras ciertas situaciones de mi vida me invitaban a abrazarla, yo la rechazaba y junto a ella, a mi imperfección y a mi condición humana, generando en mí una parálisis constante que me hacía vivir a medias. Por supuesto, cabe decir que a día de hoy continúa siendo un gran aprendizaje, pero al menos ahora comienzo a identificarla y aunque a veces me resulta realmente incómoda, trato de ser más benévola y de buscar en ella cualquier oportunidad de crecimiento.

Hace unos días mi compañera Elia y yo iniciamos un proyecto precioso, en el que brindamos un espacio de amor y escucha creado por y para mujeres. Para mí, se trataba de una experiencia totalmente nueva, pues era la primera vez que facilitaba un Círculo de Mujeres. Una vez hecho, puedo decir que fue mágico y muy muy especial. No obstante, esta experiencia me ha dado la oportunidad de vivirme vulnerable, de sentirme expuesta, desnuda, libre de corazas, a la intemperie.

Durante las últimas semanas mi ego ha tratado de “protegerme” de mil maneras, haciendo brotar con fuerza millones de dudas e inseguridades.  El miedo ha estado muy presente y un diálogo interno bastante insistente repiqueteaba en mi cabeza haciéndome sentir al borde de un precipicio, generando una sensación de vértigo que hacía que mi corazón latiera con fuerza y mis músculos se tensaran con sólo imaginar el peor de los escenarios, porque si, ya sabemos que la mente se pone bastante catastrofista cuando se trata de enfrentarse a lo desconocido.

 Sin embargo, cada vez que estas emociones venían a sacudirme, elegía CONFIAR, confiar en  mí y en mi deseo , elegía vivirlo desde el amor, limpiando mi mente de expectativas, dejando de pensar cómo debían o quería que fuesen las cosas, quién vendría o si gustaría. Decidí soltar el control, eligiendo únicamente  abrirme a la experiencia…tan sencillo y complejo a la vez, ¿verdad?

Reconocer mi vulnerabilidad me hace sentirme más viva y más humana. Además, también he observado que si elegimos compartirla y nosotrxs compartirnos con ella, establecemos lazos y conexiones más fuertes con lxs demás. Es tranquilizador darse cuenta que no somos lxs únicxs que sienten de esta manera, pues si algo estoy aprendiendo es que las emociones son las mismas para todxs.

Acepta tu vulnerabilidad y aceptarás tu imperfección. Admitirás que hay muchas cosas que no sabes y que necesitas aprender… o no. Reconocerás que no controlas nada y que estás expuestx al dolor, a la pérdida, a la abundancia y a la plenitud.

Aprenderás a tolerar que puedes no gustar, que habrá personas que no estén de acuerdo contigo o que incluso no te acepten, pero sabrás que ello no habla de ti ni te define. Y por supuesto, te validarás a ti mismx aún sintiéndote débil o creyendo que no puedes. Pero no temas, probablemente estos aprendizajes nos lleven toda una vida 😉

La vulnerabilidad no nos hace más honorables o dignos, simplemente nos hace humanos, recordándonos que estamos vivos, conectándonos con la inmensidad de la Vida y eso es maravilloso.

Gracias por leerme 🙂

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