Siempre me ha encantado septiembre y “la vuelta al cole”, estrenar material de papelería, agendas, volver a disfrutar de mi rutina, respirar el fresquito de las primeras y de las últimas horas del día, sentir mi energía ir de nuevo hacia adentro… Pero también, debido a mi profesión, el inicio del nuevo curso significa tener que gestionar un mayor volumen de trabajo: organización, programaciones de objetivos, creación de material para las sesiones, hacer encaje de bolillos con los horarios, etc. Por tanto, durante estas dos primeras semanas de septiembre, los fantasmas de las obligaciones, el deber y la autoexigencia han estado planeando sobre mi cabeza, habiendo días en los que el autocuidado sólo me ha sonado a un bonito y lejano concepto del que hablo algunas veces… Sí, como siempre digo, todxs estamos aprendiendo.
Postergación del bienestar y del gozo personal.
Te invito a que contestes las preguntas que lanzo a continuación: ¿a veces te sientes culpable por dedicarte tiempo de calidad a ti mismx?, ¿te sueles poner excusas cuando deseas invertir dinero, tiempo y energía en lo que te gusta de verdad y te nutre?,¿tu mente siempre acaba por convencerte de que hay algo más urgente e importante que “tienes” que hacer primero? Te entiendo, en mayor o menor medida nos suele pasar a todxs en algún momento de nuestra vida.
En una época de mi vida no muy lejana, ese era mi día a día, una desatención y descuido personal constantes. Siempre con la sensación de cosas por hacer (o al menos, eso creía yo): trabajo, tareas domésticas, planes que no me apetecían, sobrecarga de labores que no me correspondían pero que realizaba debido a mi falta de límites hacia los demás, y un largo etcétera.
A día de hoy, aún habiendo tomado consciencia de ello y habiendo hecho muchos cambios que me acercan a una realidad mucho más alineada a mis valores, vuelvo a encontrarme una y otra vez con situaciones en las que si me descuido un poquito, esa vocecilla que dice “yo, para luego” me toma la delantera. Por eso me resulta súper importante agudizar mi consciencia testigo, observar mi diálogo interno y así pararle los pies a tiempo, evitando que la frustración y el agotamiento me invadan de nuevo.
Pero, ¿por qué aparecen estas resistencias cuando se trata de atendernos a nosotrxs y a nuestro propio bienestar?. Por un lado, seguro que ya de pequeñx has escuchado afirmaciones del tipo “antes la obligación que la devoción”. De primeras puede parecer una frase inofensiva, con la que tan sólo nos intentaban educar para que nos hiciéramos responsables de los quehaceres diarios de cualquier niñx: tareas del cole, clases, colaboración en casa… Sin embargo, fueron sembrando en nuestro inconsciente una serie de creencias tan arraigadas que ahora, desde el adulto que somos, continuamos arrastrando si no nos hacemos conscientes de ellas y las trabajamos con mucha presencia, paciencia y amor.
Podemos observar entonces, cómo ya en la infancia comienza a mermar nuestra espontaneidad, nos desconectamos de nuestras necesidades y de nuestra esencia, abriéndole paso a la razón, al “hacer” y a encajar en un molde poco flexible que no respeta la individualidad propia de cada ser humano ni la hermosa diversidad del conjunto.
A esto le sumamos la idea que nos han vendido de que si antepones tus necesidades a la de los demás y te atiendes, eres egoísta (te invito a redefinir conceptos, te sorprenderá), la falta de merecimiento y la culpa que la cultura judeocristiana ha clavado a fuego en nuestra mente y en nuestro corazón desde hace siglos (aún más en las mujeres), el modelo de superproductividad que la sociedad actual exige (de nuevo, más a las mujeres) y las creencias y programas que cada unx de nosotrxs heredamos de nuestro árbol transgeneracional (no olvidemos que nuestros antepasados vivieron guerras, postguerras y un sinfín de situaciones de escasez en todos los sentidos imaginables).
En unas semanas comienzo una formación que me certificará como Maestra de Meditación. No tengo expectativas, no se qué me traerá, simplemente he seguido el llamado de mi Alma. Esta formación me demanda compromiso conmigo misma y ganas, muchas. Cuántas resistencias ha despertado en mí, cuantas horas pensando pros y contras: “¿y si me equivoco?, ¿espero un poco más?, ”ahora no es necesario, hay cosas más urgentes…”, ¿merece que emplee tantos recursos en algo que no es “necesario” en estos momentos?”, cuanta aprobación externa he buscado evitando equivocarme, evitando enfrentarme a ese miedo, a veces paralizante, que me produce el responsabilizarme de mi y de darme lo que necesito y me apetece de verdad.
Lo que más me llama la atención es que durante muchos años he estado haciendo cursos y formaciones que me han hecho invertir mucho dinero y mucha energía física y emocional para desarrollar mi profesión como yo deseaba. En esos momentos, lo hacía sin cuestionar absolutamente nada, quería formarme para hacer bien mi trabajo y poder ayudar a las personas que confiaban en mí, eso me bastaba. Pero, ¿por qué el reto llega cuando ese deseo no nace de las expectativas, de lo que se espera, del afuera, de la obligación?, ¿Por qué el reto llega cuando ese despliegue de recursos personales no es para nadie más que para mí misma?
Ojalá en algún momento comprenda y comprendamos de verdad, que cuando unx se siente llenx y se permite ser y abrir los espacios necesarios para desarrollarse genuinamente, alumbramos al mundo, somos faro y guía para otrxs. Ojalá integremos que no necesitamos respuestas externas, que nuestro bienestar y hacer aquello que nos nutre por dentro es tan importante como respirar y alimentar nuestro cuerpo físico. Sólo desde ahí seremos luz en este planeta que tanta energía femenina y cuidado necesita.
Busca y regálate más de eso que alimente tu corazón. Aunque te parezca loco. Por y para ti. No te dejes para luego, priorízate. Te lo mereces.
Gracias por leerme 🙂