Antes de vivir desde la presencia, la veía – que no la sentía – como un concepto bonito y prometedor que, según las enseñanzas espirituales, o mejor dicho, la interpretación que yo hacía de ellas, no tendría más remedio que llevarme, irremediablemente, a un lugar de paz, dicha y bienestar constantes. Já. Ilusa.
Entonces, me preguntaba cómo llegar ahí, cómo hacer de ese concepto algo tangible y traerlo a tierra. Una, que es muy práctica, trataba de buscar, investigar, analizar, sopesar y hacer una serie de malabarismos mentales que lograran dar con la fórmula, pero que terminaban agotándome. Qué difícil parecía todo desde ahí. Leía libros, hacía cursos, escuchaba hablar sobre sus maravillosos beneficios pero por más atención plena y observación del entorno que tratara de hacer, no lograba nada. Bueno si, frustración y resistencia. Ahora lo visualizo como la típica imagen del perro que da vueltas en círculos tratando de alcanzar su propia colita.

Después de todo este tiempo comprendo que lo que realmente necesitaba era parar, dejar de buscar y de resistirme. Salir de la frecuencia mental y conectar con el corazón. Todo lo demás, únicamente generaba más ruido y confusión. Que sí, que se que suena a topicazo, pero es que las palabras no podrán nunca explicar de qué va esto hasta que lo experimentes por ti misma.
Para mi, la presencia es sentir-me; conectar con el cuerpo, abrir el espacio para comunicarme con él y escuchar sus mensajes. Estos mensajes pueden llegar en forma de sensaciones, de incomodidad, de dolor, de emociones… Y para ello, como ya decía antes, es necesario hacer un alto. Cuando hablo de parar, no me refiero a irme un mes de vacaciones, ni de quedarme en casa una hora diaria sin hacer nada, que bien se podría. Pero no, no me refiero a eso, es mucho más sencillo y accesible. Se trata de conectar con tu respiración natural y quedarte ahí sintiendo. No es necesario cerrar los ojos, ni sentarte en posición de meditación. Todo fácil. Esto lo puedes hacer mientras cocinas, trabajas, sacas a tu perro o ves una peli. Al principio, es probable que solo sean segundos, pero, poco a poco, esos tiempos de atención y conexión contigo irán tomando más espacio en tu día a día.
Recuerdo cómo al principio, cada vez que paraba y conectaba con mi respiración y mi pecho, notaba mis hombros súper tensos. Ante ese descubrimiento, mi cuerpo se relajaba y mi forma de vivir ese instante se transformaba. Pasaba de un estado de incomodidad inconsciente a tener la posibilidad de hacerlo diferente. Y así, con todo.
Con el tiempo, voy descubriendo que estar presente no significa sentir bienestar todo el rato. Justamente, esa conexión me permite tomar mayor contacto con lo que me incomoda, con lo que no siento alineado a mi, con lo que me genera molestia o dolor. Ahí es donde ocurre el milagro, ya que surge la oportunidad maravillosa de observar, de hacer los reajustes y los cambios necesarios, o simplemente, respirarlos sin más. Parar y respirar, parar y respirar, parar y respirar… Solo eso. Aquí, ahora, en este momento que me lees.
Lejos de lo que antes creía cuando usaba la espiritualidad como una forma más de evasión, la práctica de la presencia no es un concepto ni tampoco es cosa de personas súper elevadas. También se que no evitará los momentos retadores, los revolcones ni el dolor dentro de esta experiencia humana, pero sí me dará la oportunidad de tomar contacto con mis recursos internos para poder vivirlos con la máxima serenidad y confianza posibles. ¡Si algo da esta forma de vida es que cae en picado la necesidad de drama!
¿Por qué te cuento esto? Porque mi deseo es que mi experiencia te inspire. Porque te aseguro que lo que comparto se puede materializar a través de las acciones justas. Yo lo hago 🙂
Vivir una vida más consciente no es un ideal, va mucho más allá de esa creencia de espiritualidad éterea donde todo es bonito, idílico, solemne y chachi.
Vivir presentes conlleva valentía y responsabilidad personal. Nos devuelve a lo esencial; nos regresa a aquello que un día olvidamos pero que siempre está ahí esperando por nosotras: el ahora, la vida misma. ¿No es guay?
¡Muchas gracias por leerme! Respira unos segundos y a ver qué pasa.
Sara
“Cuánta liberación, expansión, paz y confianza en la mirada de quien haya aprendido – e integrado- el reconocer el lugar de cada momento sin arrastrarlo al siguiente, y tomar de cada uno lo que ofrece”. Evelyn Mezquita – @elpoderdeser