Luna

Cada noche, la luna la acunaba al eco de una nana. Tranquila, era llevada hacia mundos lejanos, cargados de seres fantásticos, castillos y aventuras. Allí, no existía el miedo ni el dolor. Todo le era dado.

Cuando despertaba, podía sentir su cuerpo nutrido y protegido por la gran madre plateada.

Pasaron los años y lo que antes era alimento y sostén, pasó a ser monotonía y el abrigo de lo conocido, donde aún encontrando calidez y seguridad, nada nuevo lograba sorprenderla. El tiempo fue pasando y el vacío y la soledad comenzaron a hacer nido en su corazón.

La madre luna, que tan bien la conocía, una noche entre cánticos e historietas, le preguntó: – ¿Qué te ocurre, niña? Veo tristeza en tus ojos y no entiendo el por qué. Aquí tienes todo cuanto necesitas para vivir tranquila.

-Lo sé, Luna. Pero siento que esos mundos de lo que tanto me hablas son reales y están ahí afuera, esperando ser explorados. Puede que esos bosques, repletos de casas colgantes donde habitan las hadas, estén esperando que los visite. Que los dragones que custodian castillos y que escupen enormes lenguas de fuego, sólo estén tristes y aburridos; quizá me dejen subir a ellos y volar sobre todas esas tierras llenas de historias. Me imagino aprendiendo de las sabias, brujas y curanderas que sanan a través de la palabra, los símbolos, las plantas o los astros. Quiero escalar montañas, recorrer senderos que nadie ha pisado y bañarme desnuda en el mar.

– ¿Y qué harás cuándo el anochecer caiga y la oscuridad te atrape?¿Quién ahuyentará tu miedo cuando los lobos aúllen bajo la luna llena?¿Dónde te cobijarás cuando el viento arrecie con fuerza? Y si esas brujas de las que hablas te traicionan, ¿cómo te defenderás? ¡Esos senderos pueden llegar a ser tan peligrosos!

En ese momento, cerró sus ojos y sintió fuerte en su corazón una gran compasión hacia la Luna y hacia ella misma. Tantos años bajo su manto habían acabado por hacerla sentir desvitalizada y llena de miedos.

-Dime luna ,¿y si aquí solo queda el recuerdo de lo que un día necesité? Vente conmigo y como una gran luz plateada te llevaré en el centro de mi pecho. Ahora soy adulta, soy estructura, soy útero y caldero. Ahora, salgo al mundo y me sostengo.