Aún recuerdo aquellos tiempos en los que esperaba con una mezcla de impaciencia e ilusión el día en el que emitían el capítulo de mi serie favorita. Esa noche me plantaba frente a la tele puntual mientras me disponía a adentrarme en historias ajenas que, normalmente, muy poco a nada tenían que ver con la mía. Aún así, me podía ver a través de sus personajes. Semana tras semana, se iban haciendo mayor espacio en mi mundo. Una hora más tarde, vuelta a empezar. Otra semana con sus 7 días hasta saber qué rumbo iban tomando esas historias.
Sin móviles, tocaba esperar hasta el día siguiente para compartir impresiones y comentarlo con tus amigas. ¡Qué daban de sí esos ratos entre clase y clase!
Entonces, me parecía que el mundo iba más despacio. ¿Nos dábamos más tiempo para procesar, asentar, digerir e integrar la información y la vida? Ni idea. Lo que sí entiendo es que las redes sociales, las ochocientas plataformas de contenido audiovidual, Whatsapp e Internet en general, nos han metido de lleno en la cultura de la inmediatez y la prisa. Pero te contaré un secreto, y es que esto tiene fácil solución. No hay que buscar culpables ni sentirnos víctimas de nada. El antídoto contra la rapidez automatizada, la inmediatez o la hiperproductividad se llama presencia: respirar sintiendo tu pecho aquí y ahora durante unos segunditos… Prueba y te sigo contando.
¿Qué tal?, ¿cómo lo sientes? Seguro que algo diferente a hace unos minutos.
Pues bien, todo esto viene porque hoy me apetece hacer mi particular oda a la lentitud mientras saboreo un té caliente y escucho en bucle la banda sonora de la peli “El Gran Showman”. Escribo, leo, borro, vuelvo a escribir, releo. Lo dejo para un rato más tarde. Vuelvo a releer, sigo escribiendo… Todo un ritual que me devuelve al momento presente una y otra vez, permitiéndome observar mis procesos; saborearlos, vivirlos y zambullirme de pleno en ellos. Llámame disfrutona. Y es que sí, amiga, como te contaba unas líneas más arriba, siento que ahí está el kit de la cuestión, en la presencia, en regalarnos “ahoras” para escucharnos y dejarnos sentir.
En esta especie de apología a una vida más lenta y consciente, a una vida a ritmo de caracol como me gusta llamar, te comparto también que, en este momento de mi vida, las redes sociales me sobreestimulan y me generan mucho ruido: muchas personas, mucha información, mucha rapidez… Es por eso que rescato el blog. Aquí mi creatividad no cae a un gran agujero negro digital, sino que, de alguna manera, se mantiene viva, a la espera de que otra alma (nostálgica como yo, jeje) elija conscientemente acompañarme y dejarse acompañar durante un ratito. Por suerte, tampoco hay algoritmos, ni likes, ni scrolling desmedido, tampoco contenido. ¡No me dirás que no tiene su encanto! Aquí solo encontrarás mis ganas de compartir y de seguir regando, a través de mi propia experiencia y de mis herramientas (presencia y Astrología), la semillita que impulse la creación de un nuevo mundo y que pueda ayudarte en tu propia transformación.
Gracias por leerme. Respira
Sara