En la entrada anterior, hablaba sobre qué es la Atención Plena. Además, explicaba formas sencillas de comenzar a incorporarla en el día a día y retos con los que nos podemos encontrar.
Pues bien, en la entrada de hoy, me apetece profundizar un poco más en sus beneficios. Aunque ya es bien sabido que vivir de una forma más consciente y despierta es tremendamente sanador, considero interesante el desgranar un pelín más algunos de los maravillosos frutos que puede ofrecernos una práctica diaria y continuada en el tiempo.
Por otra parte, me parece súper importante desmitificar y hablar sobre qué NO es la Atención Plena o el Mindfulness, ya que si nos dejamos llevar por “modas”, expectativas o nos quedamos únicamente en la superficie, podemos sentir cierta frustración o malestar en la puesta en marcha de la misma.
¿Me acompañas? Vamos allá.

¿Cuáles son sus beneficios?
Aunque como siempre digo, cada persona vivirá y experimentará de diferente manera sus efectos dependiendo en gran medida de su estilo vida, experiencias, hábitos, compromiso con la práctica y un sinfín de circunstancias personales.
Aún así, a nivel general, la práctica de la atención plena nos regala la posibilidad de:
- Observar los pensamientos y emociones con mayor perspectiva. Esto quiere decir que nos resultará más fácil desapegarnos y ver con mayor objetividad la realidad. Nos da la capacidad de reconocer qué se mueve en nosotras pero concediendo la distancia suficiente para no dejarnos arrastrar por ello.
2. Estar presentes. Cuando observas y te abres a la experiencia de este momento, creas espacio. Un espacio que permite oxigenar, suavizar y flexibilizar de alguna manera patrones de pensamientos que han ido encapsulándose como estructuras rígidas y repetitivas dentro de nuestra mente. Por tanto, esta práctica llevada a cabo de forma constante y repetida en el tiempo, termina por quebrar dichas estructuras, devolviéndonos mayor expansión, bienestar y calma a nuestra vida.
3. Conectar con nuestro silencio. El exceso de pensamientos nos lleva constantemente al pasado o al futuro. La presencia plena diluye gran parte de estos pensamientos, devolviéndonos a un estado de quietud y sosiego.
4. Aumentar el foco. ¿Sabes qué es la multitarea? Pues como su nombre indica, hacer varias cosas a la vez. Socialmente está súper valorado y aceptado, ya que nos lleva a ser más productivas y eficientes. Pues bien, poner consciencia a este hecho y practicar la atención plena en una sola actividad/objetivo puede mejorar notablemente nuestra calidad de vida. Esto, nos lleva a extremar nuestro autocuidado energético y a aumentar nuestra capacidad atencional y de concentración. Al poner el foco en lo que estamos haciendo justo en este instante, eliminamos un montón de ruido innecesario (¡esto da para otra entrada!).
5. Desarrollar nuestra creatividad. Cuando damos esos espacios a nuestra mente y bajamos el volumen de los pensamientos, la creatividad surge.
6. Contemplar más opciones y posibilidades ante una misma situación.
7. Disminuir la reactividad ante ciertas experiencias. Como explicaba antes, cuando vivimos en piloto automático, tendemos a reaccionar ante determinadas situaciones como hemos hecho siempre. Nuestro circuito mental tiene aprendido un recorrido y a no ser que le pongamos conciencia y atención, difícilmente podrá hacerlo diferente. Por tanto, practicar y aumentas los momentos conscientes a lo largo de nuestro día, nos da la libertad de elegir y de hacer las cosas diferentes.
8. Obtener mayor conciencia y observación ante los cambios y fluctuaciones emocionales que pueden producirse en nosotras.
9. Aumentar la sensación de paz y gratitud. Permanecer presentes nos regala nuevas perspectivas que nos hacen conectar con todas las maravillas que tenemos a nuestro alrededor y que solemos dar por sentadas: familia, salud, hogar, agua caliente, comida, una cama calentita y confortable…
10. Incrementar nuestra capacidad de resiliencia. Esa misma capacidad de observación y “distancia” de la que hablo, nos lleva a vivir los momentos de mayor incomodidad, o incluso dolor, con mayor aceptación y compasión. Dejar de luchar contra lo que no se puede cambiar o nuestra mente considera que no es justo.
11. Profundizar en nuestro autoconocimiento y acercarnos a nuestra verdadera esencia. ¡Por supuesto! Cuando apagamos el piloto automático y estamos despiertas en nuestra propia vida, nos damos cuentas que tenemos la libertad y las habilidades necesarias para pasar a la acción y responsabilizarnos de nosotras y de nuestra vida.
No está nada mal, ¿verdad? Evidentemente, se trata de un proceso, con sus altos y sus bajos. No pensemos que por hacer meditación un par de días o cenar de forma consciente durante una semana, vamos a vivir en un estado de dicha perpetua. Y es que precisamente por eso, como dije al inicio de esta entrada, quiero enumerar muy brevemente qué NO es la atención plena:
-Vaciar la mente o dejarla en blanco.
-Una manera de relajarte.
-Una forma de evadirte de tu realidad.
-Una religión o un estado místico.
Por tanto, si te apetece conocer o profundizar un poco más en esta práctica, te recuerdo que en mis sesiones de acompañamiento individual, podemos buscar juntas la forma de incorporarla en tu rutina diaria, de forma que se adapte a ti y a tus necesidades reales.
¡Por cierto! Junto a esta entrada, comparto la meditación guiada: “Me abro a mi presente”. En ella te acompaño durante un ratito a hacer un viaje hacia tu interior y tu momento presente. Deseos que la disfrutes y por supuesto, ¡que me cuentes qué te ha parecido!
Gracias por leerme.
Sara