Me maravilla observar el poder sanador del grupo y aún más entre mujeres. Tras asistir a varios talleres y círculos femeninos, he podido apreciar cómo estos espacios generan la oportunidad de profundizar en nuestro propio autoconocimiento, mejorar la relación con nosotras mismas y poder vernos a través de las demás. El círculo es un espacio de apoyo y contención, donde cada mujer puede compartir, si así lo desea, su recorrido, sus experiencias, sus heridas, mostrar su parte más vulnerable, herramientas que le han hecho crecer y los aprendizajes adquiridos durante el camino.
Así mismo, muchas de las creencias que el patriarcado nos ha impuesto durante siglos salen a la luz, permitiendo liberarnos de ellas, soltando la rivalidad, el perfeccionismo, la exigencia con nosotras y hacia nosotras. Entre todas creamos lazos de comprensión, sostén y fortaleza inmensa.
El circulo simboliza la ciclicidad y el camino. En el circulo todas somos iguales, unas frente a las otras podemos mirarnos a los ojos, de frente, a la misma altura. Apoyadas y acogidas, nos permitimos abrirnos, expresar, compartir, aprender y acompañarnos en un viaje personal respetuoso y transformador.